Por Alexis Ortiz
Crónicas desde Miami / Especial para “elNuevo Herald” de Miami…
Tal como lo señaló la belga académica de la Lengua francesa, Margueritte Yourcenar, hubo una estética en el harakiri del escritor japonés con vocación de samurai,Yukio Mishima.
Pero en el suicidio político de los capitostes de la narcodictadura castrochavista venezolana, lo que se palpa es una costra grotesca de confusión, arrogancia impotente e incompetencia.
Desesperados por el dinamismo de la acción combinada de la líder legítima de la democracia en Venezuela, María Corina Machado y el candidato avalado por ella, Edmundo González Urrutia, la narcodictadura amenaza con perpetrar un disparate con aroma de autogol.
María Corina, Edmundo y todos los demócratas criollos, estamos abrazados al compromiso de una salida pacífica y electoral para la tragedia perpetrada por el castrochavismo. No queremos más violencias ni traumas para nuestro país.
Pero los capataces de la narcodictadura: Maduro, Diosdado, Padrino, Amoroso, Bernal y los patéticos hermanos Rodríguez, aconsejados por los comunistas cubanos, el déspota ruso Putín y los ayatolás teócratas de Irán, parecen estar dispuestos a darle una patada al tablero y confiscar el derecho del pueblo a votar y elegir en paz.
No terminan de comprender que tienen el rechazo de casi el 90% de los compatriotas, que no tienen manera de ganar unas elecciones limpias, que lo que les conviene es ser realistas y aceptar la derrota, tal como se lo recomiendan figuras pragmáticas de su propio bando: Lula, Petro, Boric, Mujica y hasta el propio López Obrador.
María Corina y Edmundo garantizan un gobierno de reconciliación nacional, sin revanchas ni maltratos a los adversarios, con rescate de la institucionalidad y regreso de los obligados a salir de la patria, derecho a la defensa de todos los acusados, en fin, sin desbarajustes ni baños de sangre.
La otra opción es que al pueblo acosado por por el hambre, las humillaciones diarias, la falta de luz, agua, comida, gasolina y de todo, se le impida la salida electoral deseable, se le cercene la ilusión que encarnan María Corina y Edmundo y, ojalá no tenga que ocurrir, estallé en una insurrección espontánea e impredecible.
Esa sería la peor manera de salir para la narcodictadura.
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