Por Alexis Ortiz
Crónicas desde Miami / Especial para “elNuevo Herald” de Miami…
Es un vicio recurrente de los caudillos populistas prometer un baño de sangre, si el pueblo tiene la “osadía” de no votar por ellos. Tal es, por ejemplo, el caso del narcodictador castrochavista venezolano, Nicolás Maduro Moros y su camarilla.
Con sus secuaces Diosdado Cabello, Bernal, Padrino y los patéticos hermanitos Rodríguez, Maduro suele amenazar con que gobernarán para siempre y que, como sus inspiradores Stalin, Hitler, Musolini, Fidel Castro, Ortega, Somoza, Papá Doc, Pol Pot, Jingping, Putín, Chapita y los Kim coreanos, están dispuestos a perpetrar un genocidio antes que entregar el mando que detentan.
Sabemos que la narcodictadura está confundida, dividida y desesperada. Sabe que sus excesos y errores contribuyeron a convertir a María Corina en la líder emocionante del pueblo venezolano y a su candidato, Edmundo Gonzalez, en el inevitable próximo Presidente de Venezuela.
Entendemos también que en medio de su laberinto, el propósito de la narcodictadura es asustar, desmoralizar, hacerle creer a los ciudadanos que el voto es inútil, provocar la abstención, como camino postrero para evitar la inexorable derrota que le espera el 28 de julio (que será una fecha patria, no porque nació Hugo Chávez, sino porque renació la Democracia).
María Corina, Edmundo y todos nosotros, nos empeñamos en la salida pacífica y democrática, interesados en que no haya muertos ni heridos, no se vierta la sangre de nadie, ni siquiera la del menguado chavismo.
Aunque no subestimamos la pasión criminal del castrochavismo, queremos como Andrés Eloy Blanco que nuestros compatriotas no tengan que derramar “ni la sangre que cabe en un colibrí”.
Pero que se olvide la narcodictadura, el pueblo votará, eligirá presidente a Edmundo y con María Corina como líder confiable, la muchedumbre indetenible de los venezolanos en la calle, defenderá en paz pero sin miedo su triunfo.
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