Alexis Ortiz | Crónicas desde Miami | TIEMPOS DE INTOLERANCIA | Especial para “elNuevo Herald” de Miami.
Una de las más recurrentes y venenosas distorsiones del discurrir de la humanidad, es el miedo, rechazo y castigo al que luce, piensa o se conduce distinto. La intolerancia.
Tal comportamiento individual y colectivo condujo a los progroms antisemitas, la infame Inquisición, el genocidio contra católicos de los revolucionarios franceses, el fundamentalismo musulmán de antes y ahora, el atropello de los comunistas chinos a tibetanos y musulmanes, los asesinatos masivos contra armenios y kurdos perpetrados por Turquía, el holocausto judío y de gitanos por los nazis, el arrase a la soberanía ucraniana dirigido por la prepotencia rusa de los antiguos zares y de los nuevos: Stalin y Putin…
Pero al lado de esos crímenes encontramos el discurso y la acción tolerante de grandes sabios: Sócrates (Sólo sé que no se nada), Descartes (la duda metódica), Voltaire (No estoy de acuerdo con lo que dices, pero daría mi vida para que se respete tu derecho a decirlo), Locke y Montesquieu (con su llamado a equilibrar los poderes para evitar abusos), Popper (que proclamó que no es científico lo que no se puede contradecir), Chardin (el amor es la más misteriosa de las energías cósmicas), Ortega y Gasset (Desconfío del amor de un hombre a su amigo y a su patria, cuando no se esfuerza por comprender al enemigo o a la patria de otros)…
Pero en este tercer milenio percibimos un ponzoñoso esfuerzo por regresar a la barbarie. Se rechazan, sin margen para el debate, los valores humanos y naturales desplegados por la civilización occidental, que nos enseñan la convivencia pacífica, solidaridad entre las naciones, amor al prójimo y libertades políticas, económicas y religiosas, como logros históricos irrenunciables.
Esos valores tienen que ser defendidos, sin miedo y sin complejos, frente a la agresividad de las tribus emergentes.
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