Alexis Ortiz / Crónicas desde Miami / Especial para “elNuevo Herald” de Miami…
Cuando en un país se instala el narcotráfico produce una tragedia total. Es un negocio tan fabuloso en divisas y corruptor, que penetra todo. Barrios pobres, cárceles, policías, militares, jueces, fiscales, abogados, periodistas, empresarios, políticos y hasta presidentes.
El dinero, el chantaje y el crimen hacen a esos delincuentes todopoderosos. ¡Una pesadilla!
Lo más terrible es que algunos gobernantes, sus amigos o familias, por interés en atornillarse en el poder, se tornan complacientes o negligentes con los narcos. Son los casos de los Castro en Cuba, Kirchner en Argentina, López Obrador en México, Ortega-Murillo en Nicaragua, Maduro en Venezuela, Samper-Petro en Colombia Correa en Ecuador…
En Ecuador el fugitivo por corrupción, Rafael Correa, desmanteló los instrumentos de combate a la droga y facilitó su expansión. Eso permite comprender el dominio de narcos y homicidios horrorosos como el del recio periodista y candidato presidencial, Fernando Villavicencio.
Villavicencio se atrevió a confrontar las mafias de la droga. Ni el estado, ni sus compañeros, familia, equipo de seguridad e incluso las multitudes de seguidores, pudieron protegerlo. Son cosas que ocurren cuando la delincuencia arrogante y millonaria, se enseñorea.
Y en Ecuador hay un caudillo resentido y promotor de odio y división entre la gente. De gestión presidencial dolosa y relación dudosa con los narcos. Ese Correa está en el origen de la actual desgracia ecuatoriana.
Correa lanzó frases amenazadoras y de olor mortífero contra Villavicencio, bastión de lucha contra los delincuentes:
“Nuestra venganza personal será contundente”. “Pronto se te acabará la fiesta”…
Por esas odiosas expresiones, el periodista exiliado por Correa, Emilio Palacio, le sugiere a la Fiscalía de Ecuador, abrir investigación por el presunto delito de incitación al odio, contemplado en el artículo 177 del Código Penal.
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